Power Rangers de la «B»: VR Troopers, Masked Rider y Beetleborgs (Podcast disponible)

Como casi todas las cosas que se convierten en un éxito comercial en esta vida, más temprano que tarde llegan las copias. Lo curioso de este caso es que los «rip offs» de Power Rangers eran en realidad un intento de su creador (digamos) por hacer un universo compartido que quedó en el camino.

Toda esa locura de adolescentes con trajes coloridos que le pegan a monstruos gigantes empezó con una reunión entre el productor Haim Saban y su par Margaret Loesch en la que él intentó convencer a su socia de que esos extrañísimos programas que triunfaban en la TV japonesa podían y debían ser adaptados al paladar estadounidense para convertirlos en éxitos mundiales. Así, poco después de romperla con Power Rangers, le presentó al mundo tres series más de estilo parecido, apuntadas a distintos targets y con un objetivo en común: llenar la tele de héroes coloridos con quizás algún robo-legal solapado a la TV japonesa.

Si no tienen ganas de leer tanto o por algún demencial motivo quieren escuchar mi voz durante una hora y veinte, les propongo escuchar el podcast sobre este tema que acabo de subir a Spotify.

Los programas en cuestión de los que nos ocuparemos en esta oportunidad fueron Masked Rider, VR Troopers y Beetleborgs. Al igual que los Power Rangers, tomaban sus escenas de acción de footage de la TV japonesa y reemplazaban a los actores orientales por intérpretes norteamericanos de distintas etnias. La idea, en todos los casos, era contar la historia de típicos superhéroes juveniles que debían compaginar las problemáticas de sus vidas cotidianas familiares y estudiantiles con el trajín de enfrentar enemigos extraterrestres haciendo uso de sus poderes, trajes ceñidos al cuerpo y la ayuda de algún robot gigante, vehículo cool o mascota insufrible. Y todas las opciones anteriores juntas, también.

Haim Saban la vio

Pero, ¿A quién se le pudo ocurrir en primer lugar que este concepto tenía chances de triunfar en la tele de los 90? Si tienen una buena memoria fotográfica, recordarán que después de cada una de estas series se veía un logo con la leyenda Saban Enterteinment. Si siguen este blog desde Cemento, tal vez recuerden aquella entrada que le dediqué al creador de los PR, el susodicho Haim Saban.

Como pasaron 13 años y yo sigo hablando de lo mismo, vamos a hacer una refrescada: Mr Saban es un magnate de origen egipcio y nacionalidad israelí que siendo joven se mudó a California para ensayar el gran sueño americano y le fue tremendamente bien. Su primera alianza bien pensada fue con Shuki Levy, un compositor palestino que ya venía trabajando en TV. Juntos fueron artífices de musiquitas memorables como las de Johnny Quest, He-Man (Her-Nan!), Dragon Quest, Dinosaucers y Gadget y más de 90 otras series.

Aunque en los últimos años Saban se posicionó principalmente como lobbysta político del partido demócrata, y sus lazos con Hillary Clinton son más que conocidos, buena parte de su fortuna la logró a partir de ese éxito arrasador (e impensado para la mayoría de los productores televisivos de la época) que fue Power Rangers.

Sin embargo, no hay una línea directa e inalterable que una las melodías de Dinoplatívolos con los chicos de Zordon. Para conseguir que creyeran en él y en sus héroes de trajes de lycra, Saban tuvo que hacer uso de sus dotes de vendedor. En esa parte de la historia es donde entra otro nombre clave que daría origen al fenómeno Power Ranger: la productora de Fox Kids Margaret Loesch.

La otra pata del éxito: Maggie Loesch

Como para estas cosas no procrastino ni un segundo, hace cuatro años investigué sobre Loesch -ya que existe muy poco material en nuestro idioma sobre ella-, una pieza clave en la TV infantil de los 90. Escribí una entrada en mi otro blog La Mujer Invisible, y allí podrán leer que la buena de Maggie no sólo fue quien salvó a los Power Rangers de caer en una carpeta eterna de proyectos pendientes, sino que junto a Stan Lee (ese Stan Lee) consiguió tras mucho batallar que le dieran aire a la serie de X-Men de los 90. Pero eso ya es otra historia que contaré en un podcast muy cercano (spoiler: el de la semana que viene).

Volvamos. Loesch venía de la escuela Hanna Barbera de los 80, en los momentos previos a que esa empresa pasara a formar parte de Cartoon Network (eso pueden leerlo y escucharlo en la entrega anterior, acá y acá). A mediados de esa década Loesch pasó por Marvel y se empapó de lo bien que podían funcionar las series animadas destinadas a vender juguetes. Casos como GI Joe Transformers y Mi Pequeño Pony harían de ella una productora diferente, más desprejuiciada al momento de analizar futuros proyectos y sería, en mi opinión, lo que le dio el olfato para ayudar a que Power Rangers fuera posible.

En los 90 Loesch se mudó a Fox y en ese punto es que su camino se cruzó con el de Haim Saban. Juntos armaron una sociedad que haría realidad el sueño de una serie que adaptara los cómics de los mutantes comandados por Xavier y muchos otros programas animados que le darían otra vida a los superhéroes clásicos. Aunque me explayo más sobre este punto en el podcast, otro hito que debe tenerse en cuenta para entender por qué a Saban se le ocurrió el concepto de los Power Rangers, es que ya en los 70 los japoneses flipaban con los superhéroes y la Toei había producido una serie basada en Spiderman… con robots gigantes, obvio.

Aunque para mucha gente del medio televisivo trasplantar el concepto del tokusatsu (las series de ciencia ficción televisivas japonesas) era absurdo, a quien sí le pareció buena idea fue a Stan Lee. El capo de Marvel le mostró a Loesch unas secuencias de Taiyo Sentai Sun Vulcan, un trío de héroes ochetosos, y le prometió que iba a triunfar. Maggie le hizo la segunda y con un presupuesto de 25.000 dólares filmaron un piloto que mostraron, sin ningún tipo de éxito, en los canales de la época. Sin embargo esa «adaptación» no era más que un doblaje con tintes humorísticos que quedaba extremadamente bizarro. Fue a la papelera de reciclaje eterna.

Entonces, en un hotel de Japón, Haim Saban estaba haciendo zapping y de golpe se topó con una serie de super sentai (franquicia de héroes japoneses que actúan en equipo y con colores que los identifican). Saban quería hacer eso mismo en Estados Unidos, pero nadie le hacía caso. Hasta que se encontró con Loesch.

Un día haciendo repaso por ideas pendientes de Saban, Loesch volvió a ver escenas parecidas a las que Stan Lee le había mostrado tiempo atrás. Saban le explicó que nadie quería hacer ese programa, posiblemente basado en la serie Bioman (el contenido de ese VHS que lo cambiaría todo es un misterio).

Loesch supo que por algún extraño motivo la vida volvía a cruzarla con esos dinámicos héroes japoneses, pero ahora ella tenía el poder (dentro de Fox Kids) de convertirlo en un programa. Por primera vez, Saban recibió el OK para producir un programa basado en ese concepto oriental.

Nacieron los Power Rangers y fueron el gran éxito que hasta hoy perdura.

La primera formación

Pero no vamos a hablar de éxitos rotundos, sino de todo el lado B que vino después de que la ola Power Rangers rompiera con todo. Sí, recién acá podríamos decir que empieza el centro de este posteo. Resulta que está idea millonaria de tomar escenas de acción de Kyoryu Sentai Zyuranger, Gosei Sentai Dairanger y Ninja Sentai Kakuranger y reemplazar a los actores japoneses por jovencitos yankis parecía ser la gallina de los huevos de oro. Y como series de ese tipo abundaban en Japón ¿por qué no hacer más y más?

Ni lento ni perezoso, Saban imaginó otro éxito comercial pero esta vez que no estuviera basado en series sentai sino en otra franquicia por demás exitosa en las tierras de oriente: los metal heroes (pronunciémoslo «jirous» in inglishh, plis). La principal diferencia es que los alteregos de los protagonistas eran de un estilo más androide o cybor, más metálicos, sí. Para agregarle más modernidad, ya desde el título se pensó que el tema de esta serie fuera la Realidad Virtual, que en la década del 90 estaba completamente de moda: tengamos presente que en 1995 Nintendo lanzó la consola Virtual Boy (un rotundo fracaso), en el 92 se estrenó ‘El cortador de cesped’ (muy libremente basada en una historia de Stephen King), a mediados de la década sale ‘Días Extraños’ (una excelente y oscura visión del reverso inmoral de la RV) y ya hacia fines de ese decenio cintas como ‘eXinstenZ’ y ‘Matrix’ leen el fenómeno en clave más filosófica.

Con esa mochila simbológica a cuestas, sale VR Troopers, como la historia de tres jóvenes californianos y karatecas (obvio) que descubren un laboratorio con un portal a la dimensión «VR». El personaje principal, Ryan, atravesaba el duelo por la desaparición de su padre. Resulta que en ese laboratorio hay, además, una versión holográfica de un científico que dice ser amigo del padre de Ryan, y le explica que su misteriosa desaparición está vinculada con la experimentación sobre la tecnología de realidad virtual y que abrieron un portal por el que comienzan a infiltrarse mutantes de todo tipo.

Y como si esto fuera poco, un rayo alcanza al perro de Ryan y le da la facultad de hablar. Porque sí, si algo identificaba a estas series herederas de Power Rangers era que en todas había algún tipo de criatura comic relief de la más variada calidad (pero en cantidades injustamente altas).

Un aspecto que sumaba a favor esta serie era que el villano no era, como en el caso de los PR, una criatura alienígena monstruosa que estaba fuera de la Tierra, sino que el malísimo Grimlord tenía una doble vida muy bien insertada en el mundo de los humanos como el magnate Karl Ziktor, a la vez rey mutante de la dimensión virtual. Cosas que deben estar pasando aquí y ahora según los teóricos de la conspiranoia reptiliana.

VR Troopers estuvo apuntada a una franja de edad un poquito mayor a la de PR, a juzgar por las edades de sus protagonistas. De esta forma Saban buscaba captar no solo a los niños de entre 6 y 10 años que disfrutaban de Zordon y sus amigos, sino también a los que cursaban los últimos años de primaria y la secundaria (recordemos que eran los 90 y éramos bastante más ingenuos).

La serie tuvo bastante éxito, pero no fue rompedora como los PR y si bien se extendió por 92 capítulos y dos temporadas, terminó quedando por debajo de los estándares esperados por la productora. Sin embargo, queda claro que la serie buscaba incursionar por argumentos un poco más complejos, menos ñoñería y moralejas que las acostumbradas en PR y más drama humano adolescente y coso. Además, tenía un arco que atravesaba de forma bastante uniforme las temporadas, había una búsqueda (la del padre, nada menos) que actuaba como continuo cliffhanger para mantener cautiva a la audiencia.

Para las escenas de acción y… todas las tomas de los personajes con los trajes puestos, en fin, se utilizó material de tres programas distintos Chōjinki Metalder, Jikū Senshi Spielban y Uchū Keiji Shaider. A esta altura Saban ya era un campeón del copy-paste y de alguna forma lograba que aún mezclando porciones de tantos programas diferentes, en general no nos diéramos cuenta del pastiche en nuestros años infantiles.

Sin embargo, en este punto Saban quiso abarcar mucho y un tiempo después ya no tenía de dónde sacar material: las escenas disponibles se habían terminado y la serie empezó a reutilizar secuencias hasta un punto un poco exagerado. Para colmo, las series ya eran bastante antiguas, como Shaider que por ese entonces ya llevaba una década de emitida en Japón, entonces las imágenes se veían más granuladas y de una calidad evidentemente más baja que el resto del programa.

Lo más increíble de todo era que al momento de mostrar a los tres personajes con sus trajes, el del personaje principal pertenecía a una de las series elegidas mientras que sus dos amigos eran de otro programa diferente. Con lo cual, y aunque las fotos promocionales y la tapa del álbum de figuritas hayan modificado convenientemente nuestro recuerdo, los tres héroes nunca compartían el mismo plano al estar transformados.

El rope de los VR. Polémico.

Para zafar de este pequeñísimo inconveniente de continuidad, los guionistas tenían que encontrar una excusa, capítulo tras capítulo, para que los protagonistas se separaran en algún punto de la trama y fueran a combatir, ya con los trajes puestos, por separado.

La vez que grabaron escenas con los trajes en EEUU y que, por consiguiente, los personajes pudieron compartir escena, fue en los capítulos Battle Grid, pero en esa oportunidad lejos estaban de ser las armaduras vistosas del resto de la serie, sino que se trataba de unos conjuntos de spandex y, dicen las malas lenguas, cascos de ranger rojo repintados…

Lo que sí saltaba a la vista era el CGI que continuamente se utilizaba en el programa para juntar a los personajes y crear los entornos de realidad virtual con supuesta tecnología de punta pero ¿a quién le importaba? VR Troopers podía ser un poco más lenta y cansina que PR pero tenía un tono intimista y misterioso que le daba un plus en esa época. Además, las peleas con los monstruos resultaban más violentas y hasta había muertes de enemigos que incluían alguna que otra decapitación.

Finalmente la serie pareció a agotarse a sí misma y ya sin catálogo de escenas japonesas de acción ni dinero (o interés suficiente) para filmarlas en Estados Unidos, VR Troopers llegó a su fin. Quedó bastante material con escenas de monstruos sin utilizar, pero una dificultad insalvable del material original es que las series de Metal Heroes poseían una buena cantidad de escenas con combates cuerpo a cuerpo que en la versión americana no podían utilizarse al tener en pantalla a los actores japoneses originales. Lo que habría dado Saban por tener Deep Fake.

En varias oportunidades existieron intenciones de revivir la serie, sobre todo cuando quedó en poder de BVS Entertainment y hace poco más de diez años cuando volvió a manos de Saban.

VR Troopers, además, tuvo un piloto muy diferente a la serie tal como la vimos. Originalmente iba a llamarse Cybertron (como el planeta de los Transformers) y tendría de protagonista a Jason David Frank, el actor de Tommy en los Power Rangers. Hacía poco había completado su participación como ranger verde y Saban quería explotar su popularidad en una serie propia. Frank haría de Adam Steele (después rebautizado Ryan Steele, con otro actor) y su arco argumental era similar: karateka triste por la desaparición del padre. Iba a ser una serie solo basada en Metalder, con un único héroe. Finalmente se decidió hacer los cambios pertinentes y Tommy volvió a Power Rangers con el traje blanco.

El piloto de la serie Cybertron puede verse acá:

Como particularidad, vale decir que la serie empezó a promocionarse bastante antes de su estreno en pequeños tráilers que se ponían antes de las ediciones en VHS de Power Rangers. En esas escenas puede verse a otro actor que interpretaba al profesor Hart, con otra voz y otro aspecto, lo que hace pensar que el personaje del mentor fue mutando cuando la serie ya se estaba produciendo.

Sin embargo Saban no se dio por vencido y muy poco después de terminar con VR Troopers, siguió echando mano de metal heroes pero esta vez apuntando a los más chicos. Así nacía…

En 1996 Power Rangers se mantenía en la cresta del éxito y hasta con una película para cine en su haber. Había que renovar la franquicia y por ese tiempo los PR usaban su versión ninja y robots a tono. En paralelo, Saban quería romperla en la franja de niños más pequeños por lo que concibió su siguiente engendro: directamente basado en el footage de Juukou B-Fighter llegaron los Big Bad Beetleborgs.

A diferencia de las dos series anteriores, ésta la protagonizaban niños de colegio. Eran, otra vez, tres: los hermanitos Drew y Jo y el amigo Roland. En algún punto siempre sentí que eran las versiones infantiles de los VR Troopers, así como tenía un headcanon similar entre el elenco del Autobús Mágico y El Capitán Planeta. En fin.

Lo Beetleborgs probablemente hayan sido el concepto más «hagamos lo que primero se nos ocurra» de todas estas series. En algún punto parecía que no habían descartado ninguna idea. Había historietas, superpoderes, genios de la lámpara, monstruos clásicos estilo Universal, casas embrujadas, monstruos gigantes, aliens.

Todo comenzaba con estos tres niños entrando a una supuesta mansión embrujada en la que, al tocar un órgano, liberaban a un personaje a medio camino entre El Guasón y Mario Pergolini o Pettinato, o quién sabe. Como buen genio, el estéticamente improbable Flabber (nada que ver con el slime de la remake que unos años más tarde hizo Disney con Robin Williams) les concede un deseo y como sabemos que eso de que los niños son sabios es una burda mentira, ellos piden que todo lo que pasa en sus cómics favoritos sea real. ¡¡Bestias!!

Y obvio, al tiempo que consiguen superpoderes invocan a supervillanos. Como tener supervelocidad, superfueza y telekinesis pareciera que no alcanzaba, además Flabber les da la capacidad de convertirse en los Beetleborgs para salir a combatirlos.

Como un personaje carismático tampoco parecía ser suficiente (y juro que ya sobraba), además de Flabber en la casa hay un vampiro, un hombre lobo, un monstruo de Frankenstein, una momia (cuyo actor también era guionista en algunos capítulos)… en fin. Todo era un tanto excesivo en Beetleborgs, pero fuimos cayendo en sus redes. A que sí.

Y para sumar a la confusión general, entre la primera y la segunda temporada cambian a la actriz que interpreta a Jo, aunque probablemente en el recuerdo haya quedado más grabada la primera.

A diferencia de las series anteriores y para enfatizar el sentido infantil de Beetleborgs, acá las familias de los protagonistas tenían una participación mayor, eran parte de la historia, no como en PR donde la historia de los personajes parecía pasar pura y exclusivamente por sus vidas sociales escolares y prácticamente no había referencia a los núcleos familiares o las casas en las que vivían (básicamente había plata para dos decorados interiores y todo lo demás se filmaba en el parque de la vuelta).

El tono también era marcadamente diferente: mientras VR Troopers apostaba por algo más serio, Beetleborgs era casi una sitcom berreta que olvidaba por completo la acción como centro de su trama.

Mientras las dos anteriores se centraban en los metal heroes japoneses y PR en el super sentai, Masked Rider vino a cubrir otra franquicia nipona que hasta 1995 había quedado vacante: Kamen Rider.

Ahora bien, si Beetleborgs era un tanto ridícula, Masked Rider era una especie de historia de ciencia ficción absolutamente ambiciosa pero de ejecución algo… dudosa. Obviamente yo la amaba.

Resulta que el protagonista era un príncipe alienígena llamado Dex, oriundo del planeta Edenoi (que no era una empresa prestadora de energía eléctrica) que llegaba a la Tierra para protegerla. Obviamente había una trama de identidad oculta y en el caso de Dex se hacía pasar por un inocente jovencito adoptado por una bondadosa familia de los suburbios. Y obviamente tenía una mascota infernal llamada Ferbus, acaso cruza de Ewok de Star Wars, Furby y Gremlin trasnochadísimo y pasado de agua gasificada.

Ferbus, el resultado de la peor ingeniería genética

La serie en la que se apoyó Saban para armar su Masked Rider fue la japonesa Kamen Rider Black RX, una de las pocas que puede verse legalmente en latinoamérica de fácil acceso: basta una suscripción a Amazon Prime. Aunque la duración de Masked Rider fue más breve que las de sus series hermanas, fue elrip-off que más lejos llegó en otro sentido: estaba en la misma continuidad que los Power Rangers.

A diferencia de VR Troopers o Beetleborgs, el protagonista de Masked Rider tuvo la oportunidad de ser presentado en sociedad junto a sus hermanos mayores, los Mighty Morphin PR, en un capítulo recordado por toda una generación, en el que Dex es ayudado por la troupe comandada por Tommy. Esta idea de presentar la nueva serie en un episodio especial de la que ya estaba instalada en el público habló a las claras de las altas expectativas que tenía Saban con su próximo estreno. Masked Rider apareció por primera vez en un episodio triple de los PR titulado «Un amigo en apuros», que se emitió en Fox Kids de Estados Unidos un mes antes del estreno oficial de la serie propia.

Esos Jawas el fondo sí se pueden ver

La idea era que a futuro las dos series avanzaran juntas y unieran sus historias más de una vez. De hecho, se planteaba que el personaje de PR, Alpha 5 (asistente por demás ansioso de Zordon), había sido creado en Edenoi, el planeta de origen del Masked Rider. En ese lugar, además, se partía de la base de que los habitantes de aspecto humano (pero con una gema en el centro de la frente) descendían no de los simos, como los terrícolas, sino de los insectos. Ok. Además tenían habilidades telepáticas y podían hacer invisible la gema de la cabeza siempre y cuando se encontraran tranquilos.

Obviamente, la llegada del príncipe Dex a la Tierra, especialmente en el episodio piloto de la serie, era una suerte de remake a la historia de origen de Superman y muchos elementos de la trama en sus comienzos tenía que ver con la mitología del hombre de acero. También había puntos de contacto con Star Wars, no sólo en esta cuestión de sable láser (que aparece también en muchas historias orientales inmediatamente posteriores al estreno de la primera Star Wars), sino que el propio Dex y su modo de relacionarse con sus propios poderes se parecía bastante al estilo pseudo budista Zen de Luke Skywalker en El Regreso del Jedi. El chico era tranquilo y sosegado hasta un punto casi irritante y siempre buscaba mostrarse amable y en control, en parte porque eso era lo que le permitía mantener el aspecto humano.

Otro guiño a historias de ciencia ficción populares tenía que ver con todas las secuencias humorísticas relacionadas con Fergus, que al comienzo de la historia y mientras tenía que ser ocultado a los miembros adultos de la familia desarrollaba una subtrama parecida a la de ET o incluso Alf. Salvando los innumerables pársecs de distancia entre el humor de cada una. Como pasa muchas veces con este tipo de «mascotas», aunque a la audiencia terminan por hartarlas suelen ser las favoritas de los creadores. Era, evidentemente, el caso de Ferbus, cuyo leit motiv (melodía que sonaba cada vez que aparecía en escena) se terminó convirtiendo en el jingle que acompañaba el logo de Saban Entertainment al final de cada programa entre 1996 y 2001.

En total contó con 40 capítulos, pero el nivel de audiencias resultó más bajo de lo esperado y también fue cancelada. Un rasgo a favor de esta serie, aunque más se debía al material de la original, era que contaba con elementos realmente vistosos: no sólo el trajo con rasgos de insecto que era sumamente icónico, sino una moto a tono, un auto y hasta un sable de luz.

La pregunta del millón es por qué si los Power Rangers funcionaron tan pero tan bien, todas las demás series con el (poco) tiempo se desinflaron. Las respuestas parecen ser varias y simultáneas. Por empezar parece haber habido poca previsión: la mayoría de los programas japoneses de los que estas series americanas tomaban escenas ya estaban terminados y eran antiguos, con lo cual la disponibilidad de material para nutrir las escenas de acción era finito y más bien escaso. No había, por otro lado, interés evidente es poner el dinero que hacía falta para trasladar el rodaje de este tipo de escenas a EEUU o bien encargarle a Japón que hiciera nuevas.

Otro aspecto no menor es el viejo adagio que indica que porque algo salga bien una vez, no necesariamente va a volver a triunfar mil veces más. Estas tres series derivadas del éxito de Power Rangers, independientemente de su calidad, tuvieron buenos niveles de audiencia, pero algo ya se sentía menos fresco y novedoso. Evidentemente se buscó seguir la fórmula del éxito anterior. Power Rangers tenía un elementos muy atractivo que eran los dinosurios, y recordemos que en los 90 la dinomanía estaba en su cúspide y explotaría del todo con el estreno de Jurassic Park, poco después del inicio de los primeros Power Rangers. Saban pudo percibir perfectamente un clima de época. La base estaba perfectamente instalada para edificar un éxito.

Pero ¿iba a pasar lo mismo si el tema del programa era otro de los que estaban de moda por esos años? Léase la realidad virtual o el espacio. Sin dudas eran (y aún son) atractivos para el público infantil, pero parece que no alcanzaron para emular el éxito de la serie original. En lo personal, siempre sentí también que algo muy efectivo de PR era su elenco: cinco personajes de características claramente diferentes que actuaban en equipo complementándose entre sí. Cada uno cumplía un rol claro y como si eso fuera poco, tenían un color que los identificaba. Parece burdo, el marketing lo es, pero Power Rangers casi que se vendía solo.

No es que no hubiera una maquinaria atrás, que evidentemente estaba y muy aceitada, pero su éxito casi instantáneo y monumental tuvo que ver con que salió en el momento y el lugar justo. Pensemos que en los 90 a los chicos no sólo les gustaban los dinosaurios, también empezaban a estar muy de moda las bandas pop. ¿Qué compartían los Power Rangers, los Backstreet Boys y las Spice Girls? Además de esa suerte de menemismo noventoso en versión anglosajona, las tres propuestas tenían un grupo de jóvenes atractivos con diferentes personalidades que casi con seguridad podían interpelar a todos los pibes.

Ya fuera que en la escuela tuviéramos un papel de nerds, atletas, populares, freaks, antisociales o lo que fuera, definitivamente íbamos a sentirnos reflejados con algún personaje. Eran casi una formulita prefabricadas de «tipos» de persona con las que seguramente nos íbamos a querer reflejar.

¡Que la Fuerza te acompañe!

=Malena=

2 respuestas a “Power Rangers de la «B»: VR Troopers, Masked Rider y Beetleborgs (Podcast disponible)

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